La recuperación de la figura madariaguesca en los últimos años es más que evidente.
Desde el análisis de sus trabajos cervantinos, que vieron la luz hace unos años (Dotras Bravo
2008), he venido ampliando mis conocimientos sobre Madariaga y su obra, en principio
ensayística y literaria, más adelante novelesca, basando en ella los pilares de mi trabajo
investigador. Diversas publicaciones han salido en varios medios especializados que
demuestran la vigencia del autor en el siglo XXI y la pertinencia de su vuelta a la primera
línea, tal vez por la importancia de la novela histórica en la actualidad, que alienta en parte
la edición del ciclo Esquiveles y Manriques (Madariaga 2014). Sus lecturas políticas e
históricas más evidentes en la vertiente creadora cervantina pueblan algunas páginas como
El doce de octubre de Cervantes (a pesar de que en este caso el nacionalismo no es tema
principal, quizás por previsible) o Sanco Panco, de la que ofrecí lectura detallada hace
relativamente poco (Dotras Bravo 2012a). La separación, por tanto, de estos tres géneros,
novela, ensayo y prensa en el título del artículo se corresponde perfectamente con el modo
en que don Salvador deja empapar su obra de influencias cervantinas. Sin embargo, no se
trata de una búsqueda exhaustiva en prensa o ensayo –trabajo que sería del todo imposible
para un artículo por una cuestión de espacio– como de revisar algunos planteamientos ya
vistos en otros trabajos de mi autoría y, sobre todo, ofrecer nuevas relecturas a la luz de un
enfoque más diáfano del autor gracias al conocimiento general de su obra en varias
vertientes, en este caso particular, en la perspectiva política nacionalista.